¿Qué es el tiempo? El tiempo es cómo medimos la duración de los sucesos en el existir. El tiempo permite ordenar los hechos en secuencias, estableciendo un pasado, un presente y un futuro. La orientación respecto a esta concepción temporal nos la dan los calendarios, habiendo cada cultura construido uno según sus propios parámetros religiosos y políticos.
Actualmente nos regimos por el calendario Gregoriano, originario de Europa e instaurado a nivel mundial por la Iglesia Católica de la mano del papa Gregorio XIII -de ahí su nombre-. Este calendario reemplazó al tradicional calendario Solar Egipcio, se volvió popular en occidente en torno al año 1582, y responde a la necesidad de ajustar las fechas de ciertas prácticas religiosas de dicha iglesia. Este calendario marca el hito del tiempo en torno al nacimiento del profeta Jesús, dividiendo la línea temporal en Antes de Cristo y Después de Cristo. Nos encontramos en el año 2018, ya que han pasado 2018 años desde el nacimiento de dicho profeta.
Sin embargo, ¿Qué tiene que ver este calendario con nuestra vivencia personal del tiempo, y con el ritmo del planeta que habitamos? ¿Qué tiene en común este calendario con otros calendarios? ¿Cómo nos hace sentir alienados este calendario, y nos aleja de la práctica vivencial del tiempo estacional de la naturaleza?
El falso tiempo. Una manera de llamar al calendario por el que la sociedad occidental se rige hoy en día, es el falso tiempo. Una ilusión de orden y continuidad creada en el contexto de un intercambio cultural, político y económico que remecía a la sociedad, con el fin de crear coherencia, al servicio de la élite del momento.
Este calendario ha sido criticado por diversos círculos intelectuales y espirituales, ya que poco tiene que ver con nuestra vivencia personal del tiempo y el ritmo del planeta que habitamos. Si bien este calendario mantiene rasgos del calendario solar -días de sol, noches de oscuridad, año de una vuelta de la tierra al rededor del sol-, poca relación guardan sus celebraciones con los ritos y ritmos de la naturaleza. Este calendario restringe nuestra vivencia del tiempo a ciertas unidades temporales (días, semanas, meses) y ciertas fiestas (navidad, pascua, feriados) que no guardan relación directa con el entorno que habitamos, sino con celebraciones de una religión determinada.
Al estar expuestos a una concepción temporal lineal y caduca, nos desentendemos de la vivencia eterna y circular del tiempo que han tenido nuestros ancestros. El uso del calendario Gregoriano nos condiciona a vivir el tiempo en relación a meses y días cuyo significado no guarda mucha conexión con nuestra cultura (herencia de Dioses y emperadores romanos), celebramos fiestas sobre las cuales no estamos muy seguros de su origen e importancia, vemos cambiar el paisaje sin honrar ritos de paso (como equinoccios y solsticios), y nos sumergimos en la desconexión de nuestro entorno.
Pasan las hojas del calendario, las sacamos y las tiramos a la basura. Este tiempo lineal guarda relación con una mentalidad lineal, donde lo desechable y perecedero es un pilar central y reflejo de las acciones de los habitantes. La cultura de lo desechable, y la economía lineal de agotamiento de recursos naturales, podrían bien tener aquí un origen como problemáticas. ¿Será el cambio de mentalidad, desde lo lineal a lo circular, lo que necesitamos como civilización para sanar y dejar de destruir el planeta que nos acoge?
Sin embargo, y a pesar de todas las críticas, este calendario Gregoriano no ha podido aún desentenderse del todo de sus ancestros, otros calendarios que son el reflejo de sociedades, civilizaciones y cosmovisiones más antiguas. Todos los años cerca de la pascua circula por redes sociales información de los dioses egipcios que originaron esa celebración, mucho más antiguos que la resurrección del profeta. En navidad circulan también imágenes que explican las festividades veraniegas, cientos de años más antiguas que los reyes magos. Solsticios y equinoccios camuflados bajo nombres de santos, para que el pueblo siga celebrando bajo el nombre de nuevos acuerdos, cambiando la tierra por santos, nuestros dioses por sus ídolos.
Todos tenemos dentro el pulso de la tierra, y ese pulso es nuestro tiempo. Nuestras hormonas son sensibles a la luz solar, los ciclos circadianos de nuestro organismo marcan la pauta de sueño vigilia, son los guardianes de la conciencia y el dormir. Nos alimentan los frutos de la tierra, y sus nutrientes cambian cíclicamente con las estaciones. Lo que nuestrxs cuerpxs necesitan en verano, es lo que la tierra produce en verano; lo que nuestrxs cuerpxs necesitan en invierno, es lo que la tierra produce en invierno. El mar de nuestras emociones fluye con la luna, las aguas de la mujer se alzan en marejada al compás del ciclo lunar. Somos cíclicxs.
Nuestro pulso temporal es el pulso de la tierra. Es simple de comprender. Somos seres vivos que forman parte de su eco sistema. Somos criaturas de la tierra, nuestras células son compatibles con este ambiente, los frutos que la tierra produce nos proporcionan nutrición, el aire de esta atmósfera le entrega vida a nuestros pulmones, sus aguas dulces nos quitan la sed. Somos seres existentes en reciprocidad para con este planeta.
La tierra está viva y tiene un pulso. Como es arriba es abajo. Bajo nuestros pies, en el suelo, millones de microorganismos vivos intercambian información, colonizan territorios, nacen y mueren micro bosques habitados por entidades fungi, pobladores del reino mineral. Sobre nuestras cabezas millones de estrellas son un espejo de toda esta vida burbujeante, nacen y mueren planetas, enormes estelares, constelaciones completas que en perspectiva, nos convierten a nosotros en una micro colonia viviente.
El tiempo que marca el sol y la luna es nuestro tiempo. El tiempo que marcan las estaciones es nuestro tiempo. El universo es nuestro hogar, habitamos este espacio con cada célula, desde lo más inmenso hasta lo más pequeño. Caminar hacia una concepción del tiempo donde vivamos en prácticas el sentido de circularidad es lo que nos devolverá el sentido de conexión con la tierra. Vivir y respirar ciclos es hacer presente el tiempo del universo en nuestro ser, somos parte de él y está latente en nosotros.
El tiempo del Sol
Un ciclo solar, es lo que demora la tierra en dar una vuelta al Sol. Junto con el ciclo solar, tenemos el ritmo diario de luz y oscuridad, dado por la interacción constante entre el sol y la luna. Este entendimiento básico es algo de lo que estamos lentamente alejándonos gracias a la luz eléctrica y los nuevos horarios de productividad vigentes desde la revolución industrial. Un primer paso para conectar con los tiempos de la tierra es escuchar nuestrx cuerpx, despertar con la luz natural, y comenzar a bajar las revoluciones con el atardecer. Evitar las pantallas y los electrónicos una vez anochecido, usar luces tenues, de bajo consumo, y retomar la conexión con el fuego usando velas cuando sea posible.
El tiempo de la tierra
Dentro de un ciclo solar tenemos las estaciones, períodos donde las condiciones climáticas se mantienen, y van variando en relación a la inclinación de la tierra en su eje. Las estaciones guardan estrecha relación entre el sol, el clima y el territorio, siendo 4 en algunos lugares de la tierra -primavera, verano, otoño, invierno-, y sólo dos en regiones ecuatoriales, donde se distingue entre estación seca o lluviosa. Los habitantes de la tierra cambian sus conductas en función de las estaciones, desde el reino fungi, al vegetal, y el animal. Para nosotros el construir distintas rutinas, variar los alimentos, y pasar tiempo al exterior observando los cambios en el entorno, son buenas maneras de retomar nuestra conexión con estos ritmos.
Antiguamente los humanos organizaban su sistema de vida en torno a las estaciones, ya que el clima dictaba la mejor época para la cosecha y la siembra, para buscar refugio y para salir a recorrer. El estilo de vida actual ha hecho que, por un lado, podamos sobrellevar mejor las condiciones climáticas, pero que por otro, perdamos poco a poco la conexión con la naturaleza a causa de la invariabilidad de nuestras rutinas.
Celebraciones y ritos
Equinoccio. Aequinoctium, –aequus nocte-, del latín «noche igual». El día dura casi lo mismo que la noche en cualquier lugar de la tierra. Momentos en que el Sol está su cenit, punto más alto observable. Dan origen al otoño y la primavera.
Solsticio. Solstitium, –sol sistere-, del latín «sol quieto». Puntos de inflexión, cambio que nos hace renacer. Momentos del año en que el Sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo. El día más corto y la noche más larga dan inicio al invierno. El día más largo y la noche más corta dan inicio al verano.
Puedes leer más sobre el solsticio de verano aquí, y sobre el solsticio de invierno aquí.
El tiempo de la Luna
Cada ciclo lunar -o sideral– contiene en sí 13 lunas, 13 “meses” o ciclos lunares, que se suceden uno a otro en el trayecto de una vuelta de la tierra al sol, es decir, un ciclo lunar equivale a un ciclo solar. Sincronías. El tiempo de la tierra es el tiempo del universo y es también el tiempo de los que habitamos este territorio. Cada Luna o mes lunar se compone de 4 fases, donde la misma luna va mutando: luna nueva, creciente, llena y menguante. En su tránsito por el cielo podemos ver como renace cada vez como una luna oscura, y a medida que se va iluminando, se vuelve luna llena.
Tenemos así, dos fases largas y dos cortas. La luna Nueva y la luna Llena son fases cortas, de 24 hrs aprox cada una, donde la luna se muestra en total oscuridad, o en total iluminación. Entre una y otra de estas fases, la luna transita y transmuta lentamente, desde la luna nueva hasta la luna llena irá en Creciente, creciendo su cara blanca, y desde la luna llena hasta la luna nueva irá Menguante, menguando su cara blanca. Este flujo constante es el ciclo lunar, que guarda muchas similitudes con el ciclo menstrual y la energía femenina, ambas de carácter cíclico y fluctuante.
Contamos la luna 1 de este nuevo ciclo, junto con el inicio del ciclo solar, en el solsticio de invierno. En esta fecha -la noche más larga y el día más corto- la mayoría de las culturas ancestrales celebran un renacimiento, una renovación de energía, un fin y un comienzo. No hablaremos del concepto de <año nuevo> porque no tiene mucho que ver, pero el Solsticio de Invierno sí es un gran ciclo que marca el compás de otros ciclos que se renuevan. Puedes leer más sobre el solsticio de invierno aquí.
Acercarnos a la luna es una manera de conectarnos con el pulso de la tierra, ya que la luna conecta su energía con el flujo de las mareas, con nuestros patrones, y con el crecimiento de las plantas, por eso la agricultura biodinámica basa sus prácticas en las fases lunares. Hay tiempos propicios para renovar, para crecer, para concretar y para limpiar. La luna nos entrega estos tiempos y podemos aprovecharlo simplemente conectando con su ciclo, mirando al cielo y entendiendo sus fases, su cambio noche a noche.
Fases de la luna: haz clic aquí para leer el artículo completo sobre las fases de la luna y su energía.
Luna Nueva: haz clic aquí para leer sobre la luna Nueva y su energía.
Luna Llena: haz clic aquí para leer sobre la luna Llena y su energía.