Este fue el año en que recorrimos chile. De norte a sur, y de sur a norte. Mar, cordillera, valles, ríos, lagos, vientos, lluvias, neblina, sol, tormentas, granizo, nieve, y de nuevo sol. Empezamos en el desierto, parando en cada ciudad; al día de hoy, vamos en la Patagonia Norte, en el pueblo de Futaleufú. Un año nómada que se nos queda muy profundo en la memoria con cada gota de lluvia, cada mañana de neblina, cada fogata y cada vista impresionante que nos recibió al abrir la carpa, al correr la cortina de un bus, o abrir la ventana de una pequeña habitación que se llamó ‘hogar’ por un par de horas.
Gente amable que nos llevó en sus autos, que nos recibió en sus casas, que nos dio agua caliente que incluía un abrazo y con un guiño nos insinuó que el sistema económico espera que ese gesto tenga un precio, pero hoy, entre nosotrxs, todo se paga con una sonrisa y gratitud. Un año para conocer a personas que -al igual que nosotrxs- viven en ese Chile del interior, ese Chile que se conecta por caminos que cruzan valles sembrados, cerros, fiordos, lagos, ríos, quebradas y mares; gente de Chile que convive con camanchaca costera, con tormentas de arena junto al mar, con vaguada, con aluviones, con volcanes dormidos y despiertos, con tormentas, con granizos y con el sol abrasador desde la pampa hasta la Patagonia.
Conocimos a la gente de ese Chile donde a tus compadres los vas a ver en el minibús intercomunal, tu comadre teje, hila o borda mientras el sol cae sobre la tarde, donde las visitas llegan con las manos llenas de lo que se cosecha y se entrega abundancia en forma de papas, legumbres, fruta, lana, mates y enguindao. Conocimos a esa gente que sabe que donde comen dos, comen tres, no importa si eres de Suecia, de Chile o de Australia. Este año vimos que Chile está hecho de provincia, de gente que pone el hombro, que sabe oficios y quehaceres, que mete las manos a la tierra, a la mina y al mar.
Este año vimos que en chile simplemente no se puede recomendar que cocinen con agua filtrada, si los nortinos no reciben agua potable, por la contaminación minera. La gente del desierto está obligada a comprar el agua para la sed. En chile no se puede recomendar una “dieta sin procesados” así como así, si a la Patagonia cuesta que lleguen las frutas y verduras frescas, mientras toneladas de frutas de la mejor calidad se envían al extranjero a precios que los nuestros no pueden pagar.
En Chile ciudades de mar como San Antonio se quedan sin playa por la magnitud del puerto, en Quintero la gente enferma de contaminación y los silencian y los persiguen. En Bío-bío los bosques nativos desaparecen tras las forestales madereras que dejan el valle sin vida, a los animales sin hogar, sin agua, sin comida.
Este fue un año de conocer la verdad de cada persona que se cruzó en nuestro camino, de escuchar, de compartir, de recibir amor a manos llenas, y también de ver de cerca cómo es la vida en este Chile, que aunque distinto para todxs, nos une con su espina dorsal, la cordillera.