El movimiento Slow Life, o vida pausada, nace para invitarnos a des-acelerar el estilo de vida actual, cuyo ritmo demandante nos lleva, muchas veces, a ser esclavos de las exigencias y compromisos. Pero más allá del tiempo, la filosofía slow puede aplicarse a todos los aspectos de nuestra vida, y puede re surgir e indicar nuevos lugares donde se hace necesaria, a medida que el mundo moderno avanza y se desarrolla.
Los orígenes del movimiento Slow se remontan a Italia, donde en la década del 80′ el slow food surge como respuesta contestataria al fast food, o comida chatarra. En este sentido, «slow» viene a significar todo un conjunto de adjetivos que por oposición a lo fast se definen como lento. Así, las cualidades del slow food apuntan a respetar el valor nutritivo y social de los alimentos, a preferir el comercio local, la agricultura sostenible, y el sabor y disfrute de los alimentos naturales.
El término Slow Life, nos llama entonces, a vivir una vida más lenta, más plena, más disfrutada, más sostenible, en todo orden de cosas. Slow food, slow fashion, slow living, siempre hay una manera de dar la vuelta y convertir ese aspecto de nuestra vida en uno más lento.
¿Cómo partir? Como quieran! alternativas hay muchas, pero principalmente nos enfocamos en dar prioridad a las actividades que realmente importan, las que nos hacen felices. Bajar el ritmo de vida diaria, eliminar las listas, los compromisos, y las obligaciones auto impuestas. Apoyar el comercio local, comprar en mercados orgánicos, elegir productos que respeten el medio ambiente, alimentarnos de acuerdo a las estaciones. Vestir con ropa hecha a mano, elegir prendas artesanales, donar lo que no usamos, tener poco de mejor calidad, dar importancia a las materias primas nobles y sustentables, detener esa búsqueda por estar siempre comprando.
La verdad es que al principio puede marear un poco, pero en Andes Guardianes, nuestro acercamiento fue totalmente «natural» en el sentido de que surgió de manera espontánea. En ese momento de la vida en que hay que empezar a elegir y tomar decisiones que te marcan, elegimos no tener el trabajo de oficina de 9 a 6, elegimos vivir en un barrio tranquilo donde el señor que vende verduras sabe nuestros nombres, y elegimos hacer nuestras compras, en lo posible, de manera más consciente con quien nos vende, con la tierra y con nuestro cuerpo.
A medida que la vida moderna -y sobre todo la vida en la gran ciudad- marea, quita vitalidad, y abruma a muchas personas, la opción de volver a una vida más pausada, de visitar el campo, de crear comunidad, nos va haciendo ojitos y se instala en nuestro corazón. Dentro de Santiago hay varias opciones! Como visitar el Herbarium o los huertos del Paseo de las Artes de La Reina. Sin duda, bajar el ritmo beneficia nuestra salud, tanto emocional como física, mejora nuestro manejo del estrés, y hasta nuestro humor, y por ende, la actitud con la que enfrentamos la vida.
Esperamos que esta primavera todos tengan la oportunidad de disfrutar los hermosos días de sol, y ponerle pausa a los días agitados para respirar hondo y sonreír.

2 comentarios sobre “Vida lenta, un cambio de ritmo”